A un año de que dijo adios mi viejo.

Cuando empiezan a decir adiós tus primeros maestros asaltan al unísono la nostalgia, y el remordimiento de lo que no hiciste, de las conversaciones que no fueron, de los afectos no dados y de las palabras duras que escaparon. Cuando se van ellos que te vieron chico te mira a los ojos tu propia vulnerabilidad, sabiendo en carne propia que el reloj nunca se detuvo… ni se detendrá.

El sonido sobrio del clarín anunciando el cambio de guardia, una generación que de a poco repartirá “hasta luegos”, y un reloj que parece caminar mas pronto. Una extraña nostalgia que lo es, a la vez, de pasado y futuro. Y queda solo la esperanza, del encuentro futuro, de las calles de oro, de los mares de cristal, de mansiones mas allá del sol, sublime poesía, intensa poesía. Quizá reencarnación, un nuevo comienzo, una nueva historia, ni cielos ni palacios, otra ronda de tierra, sin memoria sin embargo, tan solo el salario de la propia virtud. Al final quizá solo la vaga esperanza de un mejor lugar.

Un mejor lugar que quizá sea, por lo menos, un lugar donde el dolor no puede ya perseguir, donde la angustia de la incertidumbre ha cesado, porque ha cesado con todo lo demás. Quizá ser uno con el universo sea, por lo menos, que ese polvo de estrellas del que estamos hechos vuelva hacia la tierra, y quizá la reencarnación sea, por lo menos, dar nueva vida al pasto que verá correr pies infantiles.

Quizá volvamos a ver a los nuestros, por lo menos, en los recuerdos queridos, en sus sonrisas en sus buenos consejos. Quizá la vida sea eterna, por lo menos, en que entramos a ella sin notarlo y lo más seguro es que de igual manera nos iremos, y así sin principio ni fin, nuestro suspiro cósmico tenga sabor a eternidad.

Sabemos muy poco, y hemos convertido muy buena poesía en muy mala prosa, y hemos devaluado la eternidad propia en nuestra esperanza por una metáfora, quizá, en esperar justicia perfecta futura, nos hemos olvidado de disminuir la injusticia frente a nuestros ojos. Quizá en luchar por esta justicia, no podamos hacer mucho por quienes nos precedieron, pero quizá haremos un poco por quienes vendrán.






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