Recuerdo la primera vez que vi
transmitirse un partido de beisbol en la televisión taiwanesa, la notable
civilidad y mesura del pueblo taiwanés me hizo dudar si habría por acá algo
parecido a nuestros partidos de fútbol con su pasión algarabía y porque no
decirlo pleitos al estilo criollo (Todo esto brillaba por su ausencia en la
competencia atlética más popular de la isla). Nunca presencié nada parecido a esta
pasión futbolera en Taiwán hasta hace más o menos dos años cuando tuve la
ocasión de presenciar por primera vez las elecciones de gobernadores, las
pancartas, lo parafernalia y porque no decirlo los propios insultos y el drama estaban
todos allí, llegué a la conclusión que si hay un momento de liberación
colectiva para el pueblo de Taiwán es cuando se acerca a las urnas para ejercer
el sufragio.
Extraño sería que fuera de otra de
manera, la democratización de Taiwán costo a su pueblo literalmente lagrimas,
sudor y sangre y en buena medida estos sacrificios son la causa principal de la
polarización que aún se respira en la isla. Un partido tradicional como el KMT
que busca en su ideología anclada en la más rancia ética confuciana y porque no
decirlo incluso cristiana de su fundador Sun Yat Sen ver hacia el futuro, pero
que no puede sacudir de si mismo un pasado en que algunos de sus líderes
actuaron de forma no muy acorde a los principios constitucionales de la
República de China, y un DPP que basa su plataforma en un clamor por mantener
el tradicional equilibrio de la sociedad taiwanesa a través de la inversión
social y que intenta con este discurso alejarse del discurso radical pro
independencia que era hasta hace poco su marca registrada, con lo cual intenta borrar
a su vez el recuerdo de las acciones de varios de sus otrora lideres ahora tras
las rejas condenados por actos de corrupción.
Detrás se cierne la sombra de China,
hogar ancestral del pueblo Taiwanés y sombra tenebrosa a su vez, tierra de
oportunidad para los negocios y hogar temporal de muchos de los técnicos más
capaces de la isla, pero también asiento de los misiles que apuntan a sus
familias. Es esta una relación de amor odio cuya definición se encuentra en el vórtice
mismo del remolino de los discursos políticos de ambos partidos principales,
una relación que ninguno de los dos partidos principales tiene el suficiente
capital político para definir si no es alcanzando consensos al interior de
Taiwán principalmente.
Zhou Enlai presidente
de China hace más de tres décadas en su entrevista con Seymour Topping enfatizó que, “Taiwán no puede
reunificarse por la fuerza, la gente de Taiwán definirá su destino”. Y la gente de Taiwán lo hará, y lo
hará con pasión. Aprovechando la cercanía del año nuevo chino muchos han vuelto
desde Canada, Europa y EEUU, a visitar a su familia, compartir con ellos las
festividades más importantes pero también a votar y sin duda muchos de los
técnicos y hombres de negocios residentes en el continente también lo harán.
Quién ganará con las elecciones de
Taiwán, ¿Ganará China?, por supuesto que sí, porque la gente de China verá como
la democracia es posible en un contexto cultural idéntico al propio y que las
libertades civiles no contradicen la idiosincrasia propia de su cultura. ¿Ganará
el resto de Asia? Otra vez la respuesta es positiva porqué la vitalidad de este
pequeño país y su ejemplo de sobrevivir con entereza y prosperidad un
aislamiento diplomático de varias décadas ejercitando una bien ganada
democracia que vale la pena defender es algo definitivamente digno de imitar,
por idénticas razones, con este ejemplo ganan muchos otros países en muchos
diferentes latitudes.
La fiesta de Taiwán es una fiesta
que vale la pena celebrar, en las palabras de Nicholas Chen consultor y abogado
comercial residente en Taiwán, "uno de los aspectos más bellos de Taiwán es que
paso de ser un lugar donde el pueblo temía a los gobernantes a uno donde los
gobernantes temen al pueblo que los ha elegido", larga vida a Taiwán, República
de China o cualquier otro formalismo con el que quieren llamarle a este pedazo
de Cielo en la tierra rodeado por mares.
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