Comprando Tiempo – Un Día Después de Una Noche Inverosímil

El escenario no podría ser más improbable, el auditorio de la Biblioteca Nacional de Taiwán; la ocasión, abrir uno de los conciertos en Taipéi del maestro mexicano Héctor Saavedra Mier (oportunidad bastante improbable también para un improvisado ejecutante de marimba como yo).

Una noche regada con las notas del Songoro Cosongo de Juan Helguera inspirado en la poesía de Nicolás Guillen, Un Día de Noviembre de Leo Brouwer y Homenaje a los Indios de Villalobos entre otras piezas, fue más que un banquete para un aficionado a las cuerdas y a la caja como yo. Lo he dicho una vez y lo repito “La guitarra es la única delicada forma curvilínea de dulce voz que un hombre puede acariciar y de la que puede enamorarse sin acabar con el corazón roto”.

En mi búsqueda de más información acerca del maestro y su obra, me encontré con una entrevista del año 2009 que le hiciera por aquella época la televisión mexicana, en dicha entrevista se le pregunta al maestro “Es bien sabido que el maestro Saavedra vive para la guitarra, pero de que vive el maestro Saavedra, ¿vive también de la guitarra?", a dicha pregunta el maestro responde “vendo seguros, es mi forma de comprarme el tiempo que dedico a la guitarra”.

Palabras inspiradoras en un continente en que muchos amantes del arte nunca podrán vivir de él, poetas y escritores (no tan en sus cabales como un servidor), unos cuantos artistas plásticos y quizá los mejores músicos que nuestros países hayan dado a luz.

A veces me pregunto sin embargo, si piezas como Ojala o Ángel Para un Final hubiesen sido siquiera escritas si Silvio hubiese tenido que comprar tiempos y hubiese nacido en una democracia, representativa y con economía de libre mercado (o Banana Republic) y no en una dictadura comunista de economía planificada (con todos los grandes defectos pero también grandes virtudes que acarrea el sistema que impera en esa gran Nación llamada Cuba, madre de muchos de los mejores artistas latinoamericanos contemporáneos, incluyendo los maestros del propio maestro Saavedra).

Sin embargo realidad es realidad, pequeña es la capacidad del ser humano para corregir un mundo cuyo único defecto y también gran virtud es estar precisamente poblado de seres humanos. Habrá que seguir comprando tiempos y contentarse con ese regalo que es la vida todos los días, pues su imperfección como también la soledad, tienen también su propia belleza, como los silencios en una pieza musical que solo acentúan la melodía.




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